En 1993 el plan era de alguna
forma pertenecer a ese círculo de greñudos quienes además comenzaban a invadir
la ciudad de pelos de colores, estoperoles, botas con casquillos de acero
inoxidable, chamarras de cuero, gafas obscuras, pero sobre todo y creo que lo más
importante una actitud tan convincente que hasta se volvía contagiosa.
De pronto cuando se juntaban 2 o
3 de estos personajes en la acera, las señoras, decidían cruzarse la calle para
no pasar junto a aquellos protagonistas de lo que era considerado como el
perfil exacto de algún peligroso delincuente de la zona.
Así, desde lejos, penas cursando la secundaria, luchábamos por
parecernos lo más posible a las tribus que comenzaban a tener apariciones en la
televisión y quienes poco a poco iban mostrando sus verdaderos portes, pues
antes solo podían imaginarse, no tenían cabida, no existía esa presencia.
Había quienes pretendían entrar
en esas filas de consumo masivo en donde la identidad se derretía entre
caramelo y miel y solo tenían cabida situaciones banales y conquistas
capitales, en donde el pensar era fácil y en donde el entendimiento y la razón
no tenían absolutamente nada que hacer.
Había otros cuantos que se
concentraban en algo más simple, en la trascendencia a partir de una
calificación, de una secuencia oficial, de una línea común, de ese trazo que daba el éxito, sin ser
lúdico, sin ser pensante, vivir una vida practica y sencilla, quienes al final
no discernían entre el ser o estar.
Pero en ese tiempo comenzaba a
crecer nuestra tribu, que además ya tenía una historia en el pasado, pues había
un precedente de silencio, en donde los anteriores habían sido callados, en
donde expresarse era un acto de delincuencia, nosotros éramos hijos de aquellos
que lo vivieron en carne propia y admirábamos a los que venían delante de
nosotros, quienes ya no tenían miedo y tomaron como arma de defensa su voz a
través de esa música sincretizada que poco a poco se convertía en algo propio
al que comenzaron a nacionalizar y volver mexicano.
El porte era solo una de las
partes, la otra, tenía que ver con guitarras, bajos, baterías, canciones
aguerridas, historias que se convertirían en el elemento sonoro de nuestras
vidas, de cada una de esas etapas de lo que llamamos juventud y que sería una
parte para forjar lo que seriamos el resto de nuestras vidas.
Ahí, exactamente en esa
construcción fue cuando lo conozco, precisamente en aquellas tardes cuando la
vida pasaba lenta y parecía que así seria siempre, en uno de esos programas de
televisión, si, cuando parecía que comenzaría una apertura en los medios, ja,
en verdad que éramos ingenuos, aparecía un trio, con una percha diferente, no
había cabellos de colores o chamarras de cuero, muy por el contrario portaban
unos trajes más bien del estilo del piporro, con botas y sombreros blancos,
pero lo primero que llamo mi atención fue la descripción de lo que hacían, de
lo que siempre denominaron Rock Ejidal, por eso no le cambie de canal, mi morbo
fue demasiado lejos, además aquel personaje decía que era gemelo de Luis Miguel
no podía imaginarme a que sonaba eso, hasta ese momento.
El personaje de aquel sombrero
tomo su fender strat blanca, junto con el bajo y la batería, asi, simple un
power trio y comenzó a sonar aquello tan pegajoso, Me dijiste, definitivamente
no era nada no audible, al contrario, después de eso, yo quería escuchar más.
Cual fuera mi sorpresa que al
otro día, todas aquellas morras del colegio tarareaban aquella canción y hacían
apología de ese trio, de aquel que se presentara como un símbolo sexual, obvio
de guasa, según yo, pero cuál fue mi sorpresa cuando todas coincidieron en que
el hombre les causaba empatía por su actitud, pero sobre todo por que era
rockero…esas palabras cambiaron el destino de mi vida.
Como pude, hice un gran esfuerzo
por guardar cada peso sobrante para poder comprar aquel material, de aquel trio
que había cautivado a las chavas bonitas de la secundaria.
Poco a poco me fui adentrando al
mundo de este trio, iba leyendo lo poco que salía en algunas revistas
especializadas, algunos fanzines y
recuerdo aquel momento contundente cuando de nuevo los vi saliendo en la
televisión, ahora por aquel conocido canal de videos que había abierto un
espacio para estas bandas, era precisamente 1995, cuando ya me había decidido a
ser parte de esta tribu, aun no sabia como, pero ya estaba en mi, fue cuando de
nuevo apareció aquel personaje diciendo textualmente “Venimos a demostrar que
el rock mexicano tiene el mismo poder de convocatoria que los grupos
extranjeros y que vienen y nos cobran en dólares…”
Después de esto me convertí en
una rara especie, criticado, a veces hasta tachado de intolerante, de
nacionalista, de xenofóbico, de loco, de tantas cosas, todo porque esta frase
se convirtió en un mantra para mi, yo no notaba la diferencia entre el rock en
ingles y el rock en español, al contrario, se me hacia mucho mas fácil en mi
propio idiomas, con nuestra jerga, con nuestra consigna, pues simple, con nuestro entendimiento.
Conforme siguió mi andar en la
juventud noventera, siempre por alguna u otra razón este personaje provocaba
mucho mas cimentada mi forma de pensar y cada vez crecía mas, se enriquecía y
sobre todo me convencía de ser parte de esto.
Siempre pensé que este país había
sido sobajado gracias a la idiosincrasia de esta cultura de la tristeza, con su
música, con su cine, con el arte contemporáneo y cuando de nuevo escuchaba en
alguna entrevista que de nuevo el creador de este mantra hablaba al respecto,
mas me convencía de ello, no dejaba que mi ideología tomara otro rumbo.
Fue cuando por primera vez los
escuche en vivo, a mediados de los años noventa, con sus sombreros blancos, con
sus botas igualmente blancas y con esa actitud, con esa voz que salía y conmovía
a todos los presentes, siempre sonriente, siempre convencido de que el debía
estar detrás de esa fender, disfrutando el momento, haciendo chistes,
sacándonos por 45 minutos de una realidad que aun no entendíamos y que dudo que
entendamos, así era él y a partir de ese momento cada vez que hacia una
presentación, cantaba una canción, tocaba un solo o sencillamente me lo
encontraba en algún evento y platicábamos.
Hasta el día de hoy no he
asistido a ningún concierto de alguna banda en inglés, de hecho, son pocas las
bandas que me gustan en el idioma de Shakespeare, pero que tal el rock ejidal…
Ese momento de formación
ideológica siempre es fundamental para la comprensión y sobre todo la
responsabilidad de asumir lo que nos toca hacer, esos personajes que
indirectamente forman parte de la educación, que además nunca lo saben, pues
para uno son los más conocidos y muchas veces ni siquiera los conoces en
persona.
Mi caso fue afortunadamente
diferente, pues gracias al estoy en el rock y gracias a eso tuve la fortuna de
platicar con el de esa evangelización que sus canciones, su pensar y su ser
provocaron en mí.
Después de aquella despedida, aun
lo veo en aquel sillón en mi oficina, cuando pasando un vídeo a la computadora
se quedó dormido y pongo alguna de sus rolas y sonrió y agradezco haberlo
conocido, asi como agradezco estar aquí con todos los demás y por siempre
llevare al pie de la letra la consigna que el mismo me otorgo, al decir que soy
“el caballero del rock”
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